TURISMO RURAL
Nos habla el Hermitaño Cósmico en su blog de la lamentable impresión que causa al caminante la masificación del Camino de Santiago, cuando al llegar a Galicia el viaje interior que fue el resto del trayecto se convierte en el paseo por algo más semejante a la plaza de un mercado.
Ay, cómo le entiendo.
El pueblo de mis padres y abuelos, adonde he ido a pasar las vacaciones durante toda la vida, se ha convertido en los últimos años en destino predilecto de lo que ha dado en llamarse turismo rural. Eso que nos venden como otro tipo de turismo para los que, agotados por el ritmo de la ciudad, buscan un poco de paz.
Me da la risa. Como si alguien buscase paz.
No, porque la gente aun en vacaciones y pretendiendo querer desconectar, lo que busca, necesita y quiere es jaleo. Estar rodeada por más gente. Tener un bar cerca. Oferta de ocio. Televisión por cable. O sea, lo que busca, necesita y quiere todo el resto del año.
Y eso de rural tiene poco.
Claro, que siempre hay gente gustosa de proporcionar todo eso. Y así en mi pueblo, en donde nos pasábamos la vida mirando las vacas pastar a falta de algo mejor que hacer, ahora te encuentras todo tipo de eventos, como mercados tradicionales con artesanía made in Taiwán. Bien es cierto que la gente tiene que vivir y los ingresos de estos meses darán a muchos la oportunidad de tirar todo el año.
Por suerte, y como autóctona de la zona, aun me puedo librar de las masas. Voy pa´la braña y con mi vara de avellano en la mano, me voy monte a través. Y allí, sentada en una piedra al lado de un arroyo, sola, me admiro de que aún queden lugares así, sin hollar por la pezuña de las hordas. A las que por otra parte, tampoco creo que interese o divierta esa “paz” que yo así disfruto.